FRAGMENTO


-Volviendo a lo nuestro- dijo Paula cuando ambas mujeres entraron en la habitación-es verdad que hay que cuidar las huellas que dejamos en nuestros semejantes porque es, precisamente de esas,de las que tendremos que dar cuenta al llegar a ese otro tiempo del que antes te hablaba.
-¿Dar cuenta ? ¿Ante quien?-dijo Teresa-¿Ante Dios, o ante nosotros mismos?
-Qué más da!-fue a sentarse-Es posible que en “otro lado”,nos encontremos con la sorpresa de que lo uno y lo otro se funden de forma que no sabremos dónde termina el hombre y empieza Dios...y lo mejor, es que tampoco eso tendrá importancia, ya que unicamente contaran los hechos vividos. Creo que, al menos en ese punto, tienen algo de razón los curas.
La anciana encendió el último cigarrillo y estrujó el paquete antes de tirarlo en la papelera del cuarto.
-Leí hace años una antigua fábula-llenó su boca de humo-Cuenta que murió un hombre bueno,y al subir al Cielo, propuso al Gran Padre que le mostrase las huellas de su andadura por la vida desde lo alto de una playa desierta. Dios aceptó, y en aquella inmensidad de arena amarilla, se fueron dibujando cuatro pisadas paralelas que marcaban un camino.
-Qué significan?-preguntó el hombre bueno.
-Tus pasos junto a los míos-respondió Dios-
Así fueron recorriendo el transcurrir de su vida...y el hombre estaba satisfecho con su labor. Las ondulantes huellas, profundas a veces y otras no tanto,sorteaban obstáculos,subían y bajaban pequeñas dunas y continuaban en recta y bien trazada trayectoria. Llevaban andado la mitad del camino,cuando un persistente viento fue borrando dos de las cuatro pisadas, haciendo que desaparecieran durante un larguísimo trecho.
-Caramba-exclamó entonces el hombre bueno-¿Qué sorpresa y qué pena, Señor! Ahí está señalado el periodo más terrible de mi vida,tantos años de tristeza, de angustia y desamor.¡Cuando más te necesité...y me dejaste solo!
Te equivocas-replicó el Gran Padre-nunca te he abandonado;esas pisadas que ves son las mías,porque en aquellos momentos en los que desfalleciste.., ¡yo te llevaba en mis brazos!


De mi segundo libro “COMO SI NO PASARA EL TIEMPO”.

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