MI ENCUENTRO CON SALVADOR DALI



Pues sí, aquí donde me veis ( donde me leéis ) yo he conocido a Salvador Dalí.
Cursaba primero de arte dramático en la hoy llamada RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) Entre mis compañeras estaba una muchacha rubia y rechoncha, de ojos azules y piel cobriza que resaltaba la blancura de sus dientes. Se llamaba Sala Alaoui y decía ser de sangre real; concretamente, prima hermana del entonces joven rey de Marruecos, Hassan II .Los compañeros no acabábamos de creerla, pero tampoco tenía nada de extraño, ya que en la Escuela venía a estudiar gente muy diversa. Hasta teníamos en mi curso al padre Amancio, un cura misionero de muy “buen ver”, por cierto,¿por qué no una princesa mora? He de aclarar que la tal Sara Alaoui (de nombre artístico Suani May) no siguió su carrera teatral, por fortuna para el teatro porque, como actriz, era francamente mala.
Aquella mañana Sara (Suani) llegó muy nerviosa .Tenía que entrevistarse con Dalí, para tratar de un intercambió cultural entre el genio catalán y su familia, la de ella. Dada fama de excéntrico e imprevisible de D. Salvador, su alteza temía no poder seguirle el aire durante la entrevista y quedar en ridículo no sólo ella, sino la familia a la cual de alguna manera ,representaba Por esta razón nos pedía encarecidamente que alguno de nosotros la acompañase. Imaginareis que no hizo falta que lo repitiera porque, rápidamente, me ofrecí. No podía dejar pasar la oportunidad de conocer en persona a Dalí, en el caso, ya probable, de que esta chica nos hubiera estado diciendo la verdad acerca de su sangre azul. Los novillos de la clase de segunda hora estaban más que justificados por causa tal, de modo que allá que salimos, la princesa y yo, hacia el  hotel Palace, en donde se hospedaba el genio.
La escuela estaba entonces en la calle del Pez, a la vuelta del Conservatorio de Música de San Bernardo, en donde años antes estudié los tediosos cursos de solfeo y piano( no pude pasar de hacer escalas…bueno, y arpegios también)
 Después de un agradable paseo llegamos a media mañana a la planta lujosa del no menos lujoso Palace. Mi corazón latía con fuerza al llamar a la puerta, llegando casi, casi a la taquicardia cuando ésta se abrió y Salvador Dalí, con su bigote y sus ojos desorbitados, nos dio su más cordial saludo. La estancia, bastante amplia tenía un tresillo en el centro y allí nos acomodamos. A mi izquierda se veía un segundo salón más pequeño, que debía de dar al baño y dormitorio. Apenas habíamos comenzado le entrevista cuando apareció por allí  Gala, la musa y mujer del pintor, que tras un escueto saludo, más que marcharse digamos que… se esfumó de nuevo hacia el interior.
La princesa y el pintor hablaban…de sus cosas y yo, por mi parte, saboreaba cada momento del regalo que me había proporcionado el destino. Tras una pausa en la conversación y con cierta brusquedad, Dalí se volvió hacia mí para preguntarme si conocía Paris. Yo contesté que no. “Pues vaya en otoño-aseveró-Todos hablan de la primavera de Paris, pero lo que es bellísimo allí es el otoño”.”Claro, claro-dije con timidez- a mí también me gusta más en otoño”. Volvió el silencio; ese silencio incómodo de los eternos segundos, que él rompió de nuevo.”Amparo, me dijo ( acabo de darme cuenta de que fue el “divino” el primero en suprimir de mi nombre de pila en “María”obligado en mis tiempos por la iglesia Católica) Amparo, dijo,¿le parece a usted que soy guapo…? Algo, descolocada ( por qué negarlo), asentí sin que se me moviera una sóla pestaña, y él continuó:”No quiero que se me maquille nunca porque así, cuando la gente me ve en persona , piensa que soy más guapo al natural que en pantalla”. “Muy inteligente- repliqué-.” Y de nuevo siguió la pausa.
En vista de que mi compañera Sara (Suani) no decía ni media, a modo de periodista al uso, pregunté al pintor cual era su próximo trabajo. Respondió que salía para Figueras, en donde le esperaban las autoridades para comenzar un proyecto consistente en vestir un helicóptero de dama de la corte de Felipe II…
¿Pensáis que solté la carcajada? ¡Pues os equivocáis!  Lo asumí con la naturalidad de quien escucha cada día proyectos similares. No olvidéis que mi oficio es el controlar emociones y, sobre todo, mentir y convencer de esa mentira. Además acababa de aceptar la “guapura” del señor que tenía delante. Nada me pillaba de nuevas después de eso.
La entrevista se dio por terminada minutos después y Dalí nos acompaño a la puerta con una despedida tan cordial como lo había sido su recibimiento. Una vez en medio del alfombrado pasillo del hotel, dimos rienda suelta al ataque de risa, adolescente y nervioso, que habíamos estado conteniendo y que se nos cortó de pleno a darnos cuenta de quien teníamos justamente detrás de nosotras El ilustre pintor había salido, sigiloso, de su habitación y se nos acercaba mirando con fijeza a Sara. Traía algo oculto en la espalda. Por un momento la princesa y yo temimos que hubiera escuchado nuestra risa y volviera para darnos una reprimenda, pero no fue así. Con un brusco movimiento sacó una rosa que ofreció a la real Alaouita y , como antes Gala,se esfumó.
A llegar a mi casa, ese personaje especial y maravilloso que tuve por madre, puso la guinda a la historieta que, aun presa de excitación, acababa de contarle: “Cómo, Maria Amparo-me espetó-; pasas la mañana con Dalí… ¡¡¡y no se te ha ocurrido decirle que tienes un hermano pintor!!!”