MARIBEL
(historia y denuncia)
Estando
con mi amiga Carmen la enfermera, nos contaron su caso. Quería
conocernos y fuimos a visitarla al hospital.
Maribel
convalecía de su tercer y definitivo tratamiento de quimioterapia.
Nos
recibió sentada a los pies de la cama. Había cambiado el uniformado
pijama por un conjunto deportivo azul. Nos habló de su lucha
encarnizada con un enemigo,adueñado ya de sus pulmones,y al cual
seguía plantando cara con las pocas armas que le quedaban:treinta y
cuatro años,dos niños pequeños y un marido enamorado...¡El
esperado milagro debía obrarse y si la medicina oficial se lo
negaba,lo buscaría en otra parte !
Y
efectivamente, pocos días después supo de una maestra en
“prodigios”.Males desconocidos y enfermedades incurables habían
dejado de serlo entre las paredes del costoso y sofisticado
“santuario”de la portentosa sanadora...Numerosos testimonios
ilustraban sus entrevistas en los distintos medios de comunicación.
Maribel
decidió someterse inmediatamente, y con total convencimiento, a la
nueva y carísima terapia, soportando estoica veinticuatro horas al
día de arroces integrales,depurativos,laxantes,gélidos e
interminables baños de asiento, toda clase de pócimas y ,además,
dolorosas inyecciones en el desinflado vientre.
Su
debilidad aumentaba al tiempo que disminuía su cuenta bancaria pero
¿quien piensa en el dinero cuando la mercancía que se compra es la
propia vida?
Diariamente
acudía al centro de los “milagros”, en donde una exclusiva
máquina alemana lanzaba sobre su organismo rayos sanadores que,
junto con una buena dosis de fe por su parte, conseguirían sanarla.
Iniciado
el tratamiento y para acelerar el proceso de recuperación, era
importante un paso más; debía sacarse todas y cada una de las
piezas dentales, para impedir que obstaculizasen el camino de los
rayos curativos de la máquina por esos vericuetos del organismo.
El
especialista en cuestión ,curiosamente amigo de la terapeuta, pese
a las protestas de la enferma,que le advertía de lo avanzado de su mal, en la última sesión no tuvo reparos en descargar en las
melladas encías varias dosis de anestesia y sacar de una vez las
ocho piezas sanas que le quedaban.
“Cuando
terminó, me sentí flotando con una inmensa angustia, y mi cuerpo
empezó a convulsionarse sin que pudiese dominarlo, hasta que caí
desmayada.El dentista hizo que me sacasen a la sala de espera en
la que ya no quedaba nadie, y le dijo a mi madre que sólo tenía una
crisis nerviosa por el mal rato que había pasado. Su ayudante en
cambio,asustado, aconsejó acudir a un centro médico en el
cual,horas después,me detallaron el peligro sufrido por haber
estado en coma varias horas”
“Yo
tuve, en todo momento, conciencia de cuanto pasaba, pero mis
esfuerzos resultaban inútiles para comunicarme con las personas que
tenía a mi alrededor. Mandé órdenes a mi cerebro para que
destruyese el tumor. Sé que lo bueno y lo malo radica en nuestra
mente y que, con fuerza suficiente, lograré curarme,pero mi cerebro
rechazaba las ordenes, se quedaba vacío. Y así estuve todo el
tiempo,en una inútil lucha conmigo misma.”
“Hace
cuatro días-continuó su relato- llamó a mi casa la mujer del
dentista para recordarme que no había pagado la última factura.
Respondí que no la iba a pagar y que podían darme las gracias por
no denunciarles. Me contestó que si pretendía curarme tendría
que empezar por pagar mis deudas...Nunca debió hablarme así; ella
sabe lo enferma que estoy y,además, yo no debo a nadie. Ayer mismo
pagué la ultima etapa de la máquina y de las medicinas que me
preparan allí también. Ya sé que es mucho dinero,pero me han dicho
que,a partir de ahora, empezaré a notar la mejoría puesto que ya no
tengo las raíces de las muelas y puede llegar mejor la radiación a
los tumores. Me han añadido, para completar el tratamiento, unas
gotas que borran la información negativa que han mandado las muelas
al cerebro durante estos años...”
Al
llegar a este punto del relato, sentí en mí las dos chispas de la
mirada de Carmen. También yo la estaba mirando...
No
hubo palabras. Maribel no las iba a admitir y lo sabíamos.
“¿Me
vais a ayudar?”
“Si,Maribel.”
En
las semanas siguientes no pude visitarla; andaba yo ganándome el pan
por los estudios de doblaje,pero Carmen me mantuvo informada.
Se
aproximaba la Navidad cuando la enferma tuvo otra grave crisis y
nuestras visitas se fueron alternando entre su domicilio y el
hospital.
El
proceso avanzaba rápido haciendo estragos en la mujer cuyos ojos,
hundidos y grandes,buscaban en los nuestros la piadosa mentira...
En
nuestro último encuentro llevaba una semana encamada con hinchazón
en las dos piernas,paralizado el intestino y fuertes dolores en la
endeble espalda.
Al
preguntarle el por qué rechazaba los calmantes, me contesto su temor
de convertirse en una drogadicta. Intenté inútilmente convencerla
de que debía cambiar su actitud. Me pidió que le diera un masaje en
la zona dolorida de la espalda porque creía,ingenuamente, que mis
manos tenían algún “poder curativo”
“Animo,Amparo,que
para eso te he dado el diploma de bruja...”
Al
tocar su cuerpo comprobé que ya no despedía calor...
Su
marido estaba con ella. Entre los dos la sentamos en una butaca y yo
aproveché el momento para cortar con aquella situación que amenazaba con
derrumbarme delante de ellos.
La
despedida fue rápida.Apenas concedí el tiempo necesario para
mirarnos por última vez...
A
la siguiente mañana emprendí viaje a mi querida Galicia. Quería
cambiar de aires antes de empezar los ensayos de la función que iba
a suponer mi vuelta al teatro después de muchos años y muchos
cambios en mi vida.
Y
en la noche de mi regreso supe que la existencia de Maribel se
había apagado suavemente.
La
morfina evitó el sufrimiento final y la piadosa muerte condujo su
alma hacia la Luz.
De
mi libro “Siempre quedan las estrellas”
Nota.-No
es mi intención desprestigiar a los profesionales de la medicina
natural,en la que creo y me aplico. Sólo advertir que, así como en
otros campos, también en éste hay inmorales sin conciencia alguna.
Cuidémonos
de ellos.
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