ESTABA PREVISTO

Como dicen los orientales, humor es reírse…a pesar de. Por suerte el sentido del humor nunca me ha faltado, si bien desde el comienzo de mi carrera he interpretado preferentemente personajes dramáticos.
Me comentaba hace años Arturo Fernández, en cuya compañía estuve contratada casi dos temporadas y del que guardo un grato recuerdo, que es más difícil hacer reír que llorar…bueno, respetando esa opinión, la mía es  que lo verdaderamente difícil es…hacerlo bien .
A lo que iba: rondaba yo los siete años cuando, al volver del colegio, encontré mi casa revolucionada. Mi madre, entre lágrimas, buscaba en el despacho algún indicio de dónde podría localizar con a mi padre que, en aquella época, trabajaba de periodista en Radio Nacional y viajaba continuamente como cronista de Franco; (cuando inauguraba algún pantano Franco…pues mi padre iba y lo contaba ).También haré notar que hablo de mis siete años…¡¡¡aun no existían los móviles!!!!
 Entre las frases entrecortadas de mi madre y las consoladoras de  Nati, la vieja y querida muchacha presente en mi vida hasta después de mi boda, conseguí enterarme de la situación .En Valencia, donde vivía toda mi familia materna, las lluvias habían desbordado el Turia, inundando la ciudad. Las noticias llegaban confusas en cuanto al número de victimas, las comunicaciones estaban cortadas…no sabíamos la suerte corrida por nuestros parientes.
Pasados unos días las aguas volvieron a su cauce (nunca mejor dicho) y por fortuna, supimos que todos los nuestros estaban bien.
Aquel verano, como casi todos, fui a pasar las vacaciones a casa de mis abuelos valencianos. Vivían en una casa modesta de la calle Botánico. La vecindad era otra gran familia bien allegada. En las calurosas noches veraniegas, cada cual bajaba su silla a la calle y “a la fresqueta” se organizaban encantadoras tertulias hasta una hora prudente en la que niños y mayores se retiraban a dormir. Mi abuela materna (abuelita Amparo) ha sido para mí la mejor de las abuelas. Siempre sonriente, dulce, maravillosa en la cocina.., me hacía el vestido más elegante… para los domingos ( en mi ropero no había mucho más ), también elaboraba deliciosas empanadillas, de cabello de ángel y de batata, que degustábamos cada Navidad. ¡Una abuelita de cuento, vaya ¡
 Entre la vecindad tenía mi pandilla de amigas, a quienes convertía en estrellas de los espectáculos que montaba para representarlos en las casas de los respectivos padres, a cambio de una rica merienda.
Pero aquel verano mi repertorio,  Bécquer, Zorrilla y Lorca ,tuvo un potente añadido. Se trataba de una larguisima poesía que, no sé cómo, había aparecido por mi casa de Madrid y que, con acertada rima y detalle, iba contando paso a paso la tragedia de las inundaciones recientemente vivida por los valencianos Yo había memorizado la poesía, y nada más iniciar el veraneo, la recité para mi familia( abuelos y tíos), que prorrumpieron en “ayes y parabienes”,cuando llegué a la estrofa final que decía: “…y el ejercito español/digno y gentil de una raza/ gana al barro su batalla/para que vuelvas a ser/ como una novia de guapa” (O sea, se refería a Valencia, no a la novia de nadie ).
 Después de triunfo tal, mi abuelita Amparo, presa de entusiasmo, se dedicó a pasearme por las casas de la calle ( bueno, sólo a las de las amigas, pero fueron muchas) para que recitase el dramático poema .El personal lloraba a moco tendido hacia la quinta estrofa, indefectiblemente, y no paraba hasta el final. Mi abuelita miraba entre satisfecha y llorosa, el repetido triunfo de su nieta.
Sólo mi tía Carmen fastidió mi apoteosis , echándose a reír al escuchar lo de “El ejercito español/digno y gentil de una raza…”
¡¡¡Y es que era muy “roja”!!!