EL ABRAZO

La casa era desconocida.
Mi padre, anciano ya, sentado en el sillón junto a mí , se había quedado dormido. Me levanté despacio para no despertarle. La enfermedad consumía sus escasas fuerzas y dormía gran parte del tiempo .
Tal vez era mejor así.
El salón en el que estábamos era bastante amplio. Por  un ventanal  entraba la luz de la mañana, cercana ya al medio día. Me encaminé hacia el interior de la casa y en la entrada del pasillo encontré a  mi madre. Alta, de pelo corto y negro levemente rizado, unos diminutos capilares coloreaban de forma natural sus mejillas. Me gustaba aquella tez luminosa, que nunca vi maquillada, y su nariz perfecta, su risa cantarina, su andar…
La madre más querida, la mujer más guapa…
Aquella mañana, sus ojos grandes y negros rezumaban tristeza…
Nos miramos, y sin mediar palabra nos fundimos en un abrazo. Sentí que su cuerpo y el mío habían pasado a ser un solo cuerpo. Sus pequeñas manos parecían abarcar por completo mi espalda dándome el cobijo que estaba necesitando entonces, que sigo necesitando ahora... Y deseé con todas mis fuerzas que aquel abrazo no tuviese fin. Deseé que mi madre estuviese eternamente  unida a mí…juntas frente al tiempo, frente a la temida existencia amarga y tramposa de esta vida.
 Las lágrimas, rebosantes, mojaban mi cara, mi boca, mi cuello…
”Me voy…”- susurró serena.” “No -dije- no puedes irte...”. “Por favor”-insistió suplicando.” No, madre, no puedo dejarte marchar …te necesito demasiado, te quiero demasiado…”
El llanto seguía silencioso e incesantes durante  aquel abrazo eterno…eterno.
La besé suavemente y comprobé que ella también lloraba.
El llanto del adiós.
En ese instante abrí los ojos. Las rendijas de las contraventanas de mi dormitorio dejaban pasar algún débil rayo de luz del nuevo día.
Estaba en la cama, con las piernas encogidas, como siempre suelo dormir, y acostada sobre el lado derecho. El hombro bajo la almohada y el brazo correspondiente cruzado sobre el pecho, me habían hecho sentir la sensación de un abrazo.
Mis padres partieron muchos años atrás .
Lo único real era la mañana…
Y la soledad.

P D.- Tuve este sueño hace pocos días.
Como diría Joaquin Sabina:”perdón por la tristeza”

2 comentarios:

El lugar de las cosas invisibles dijo...

¡Ah, los sueños, querida! ¿Serán de verdad sueños u otra realidad, quizá más real que esta?

Nuria García Dobón dijo...

Amparo cómo te entiendo, también sueño con ella, con mi madre, con su fragancia natural, con su ternura; también siento que me abrazo y que me susurra al oído "No temas, yo les cuido", sé que está pendiente de mis hijos, como buena madre que fue de seis, ahora desde donde esté, cuida de sus nietos, de todos, aunque mis cuatro hijos están más atentos a esos sus cuidados, porque yo en mi "locura" les digo que hablen con ella si lo necesitan, ya ves yo creo que está muy cerca, aunque no la pueda tocar, ni ver; tan cerca que a veces siento el agradable olor de su piel limpia a mi lado, y el suave roce de una caricia en la mejilla.
También me despierto empapada por las lágrimas, cuando mi marido con el chasquido tierno de su boca, intenta consolarme y me dice que sólo es un sueño, no se da cuenta de que el saberlo me acongoja más.
Besitos Amparo, sé lo mucho que duele no tenereles.