¡Mal pelo crías, maño…mal pelo crías!

¡Mal pelo crías, maño…mal pelo crías…!
Con este grito saludaba el carretero a mi padre cuando le veía por las mañanas asomado al balcón de la casa, allá en su Bronchales natal.  El pelo rojo del zagal, se fue volviendo rubio de adulto y, cómo no, blanco en la vejez.  La calle a la que se asomaba, paso a llamarse mucho tiempo después, de Clemente Pamplona. No está dedicada a mi padre sino a mi abuelo, también aragonés, que fue veterinario en los pueblos de gran parte de la provincia de Teruel.
En aquellas tierras el veterinario tenía una inmensa responsabilidad porque, casi siempre, de los animales dependía el sustento de toda la familia.”¡Ay, Don Clemente, se lamentaban, a veces los vecinos, se te muere un hijo…y malo es…pero se muere el mulo y…”
Contaba mi padre que “el padre”,a quien sus hijos llamaban de usted al igual que a “la madre”,mi abuela”;"el padre”, digo, recorría a caballo la sierra de Albarracín, y cuando llegaba a su casa, bien entrada la durísima noche de aquellos durísimos inviernos, se acercaba a la chimenea para descongelar la pelliza antes de quitársela, ya que se le hubiera partido de no tener esta precaución, y no estaba la cosa para andar comprando pellizas nuevas, que había que dar de comer a la familia constituida por la mujer y doce hijos.
 Sí; las precarias circunstancias no impidieron al veterinario engendrar prole semejante (lo cual no era extraño en la época a la que me refiero) Doce hijos como doce soles, entre los cuales, hubo un político y un cura. Al político no llegué a conocerle por avatares de la vida: él y mi padre estuvieron cuarenta años sin hablarse, reconciliándose ambos en el entierro de una hermana. Poco tiempo después mi tío murió. El cura era una buena persona…pero cura; nadie es perfecto. En una ocasión me regañó por contar un chiste en el que S José llora porque…¡el quería niña!.”María Amparo, me recriminó en tono lastimero ,no quiero que cuentes esos chistes irreverentes”
Sí, era un cura muy cura mi tío. Cuando niño, mientras los otros jugaban a cosas de niños…no sé… a tirarse piedras, o a perseguir gatos, o a trepar por los árboles, él jugaba a confesarles.¡Qué mal lo hubiera pasado, el pobre, en estos días con las “lindezas” que se descubren de sus colegas!.
Mi abuelo Clemente murió a los pocos días de mi nacimiento. Debió de ser un hombre de carácter fuerte al que todos respetaban y al que nunca se le descubrió una mentira. Una de dos: o no mintió en su vida, o lo hizo tan bien, que jamás le pudieron pillar. Ambas cosas tienen su mérito.
En una ocasión, y como parte de las llamadas fuerzas vivas de la localidad, tuvo que compartir mesa con un ministro de la época. D Clemente, contrario a cómo se estaba llevando el país, puso verdes a los miembros del gobierno, entre los que se encontraba, claro, el ministro comensal de nombre Manuel. ¡”Don Clemente-le dijo éste al concluir mi abuelo la serie de reproches-yo soy uno de los que está usted llamando sinvergüenza. A lo que mi abuelo replicó:” Don Manuel… pues ya lo he dicho.
Me pregunto qué pensaría mi abuelo de esta España que estamos viviendo.
Nunca lo he sabido ,pero me gustaría pensar que, como mi otro abuelo, también fue republicano.
De lo que no hay duda es de que era noble y bastante bruto, y de que algún gen se me ha pegado.
¡ Por lo de bruto, lo digo!